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1. marido marido


Mi marido es profesor.
Será un buen marido.
Cuando discutía con su marido se puso tan nerviosa que rompió a llorar.
Dijo que su marido le había pegado, pero en realidad fue al revés.
Al morir su marido, el bebé se convirtió en lo más importante para ella.
Si simplemente le ayudase su marido, se eliminaría el origen de la mayoría de sus problemas en casa.
Si se trata de comida china, mi marido es todo un experto.
Escribo en nombre de mi marido, que está en el hospital.
Un día fui a verla y le dije que ella debería decirle todo a su marido.
¿Cómo le puedo explicar a mi marido que me está haciendo daño?
Después de la muerte de su marido, sacó adelante a los dos niños ella sola.
Iba a comprar una mesa nueva, pero mi marido ya arregló la pata rota.
¡Devuélveme a mi marido!
El marido cambió su plan para acomodarlo al de la esposa.
Las mujeres creen en el fondo de su corazón que los hombres están para ganar dinero de modo que ellas puedan gastárselo, si es posible, durante el tiempo que su marido viva, o por lo menos después de su muerte.

2. hombre hombre


Este hombre está borracho.
Ese hombre ya ha tocado fondo: su mujer le ha dejado, le han echado del trabajo y es alcohólico. Lo peor es que yo le conocía, él era mi jefe hace cinco años.
Yo soy un hombre firme, defiendo mi opinión hasta el último instante.
Me sentiría más optimista sobre un brillante futuro para el hombre si invirtiese menos tiempo demostrando que puede burlarse de la naturaleza y más tiempo saboreando su dulzura y respetando su antigüedad.
—¿Dima? —preguntó el hombre al que Dima había llamado "Al-Sayib"— Lo siento, no conozco a ningún Dima. Creo que se ha equivocado de número.
Para el hombre que solo tiene un martillo en su caja de herramientas, todos los problemas parecen clavos.
Durante la Edad Media, el honor era fundamental en la vida de un hombre libre y de un cristiano.
La narración está escrita en primera persona del singular, porque está tomada ficticiamente del diario del hombre.
Un día de lluvia Pelayo regresó a su casa y vio en el patio a un hombre muy viejo tumbado en el lodazal.
¡Hombre al agua!
El ahogado ha parecido un hombre muy raro desde el principio: es muy grande y alto, pesa tanto como un caballo y apenas cabe en las casas.
- ¿Mi tercer deseo? -el hombre estaba perplejo- ¿Cómo puede ser el tercero si no he tenido ni un primer ni un segundo deseo?
A Pedro no le vale la ropa más grande del hombre más corpulento, no hay una cama, una mesa o una silla lo bastante grande para él.
Cuando a una mujer se la deja sola mucho tiempo, tarde o temprano, ésta empieza a pensar; y ningún hombre sabe lo que ella podría descubrir.
El problema no es saber si las máquinas piensan, el problema real es saber si el hombre piensa.